En la página 11 del Diario de Pontevedra del
jueves 20N se informa de la campaña municipal denunciando la violencia contra
la mujer, y se invita al debate social. Y, como no puedo dudar de la buena
intención con que se ha programado, quiero preguntarme en voz alta porqué ha provocado cierta indignación la aparición
de los carteles de gran formato con insultos a la mujer en las calles de
Pontevedra como parte de esta campaña.
1º.- ¿CÓMO SE ANUNCIA? El soporte es
institucional, situado en puntos estratégicos de la ciudad, subvencionado con
fondos públicos, avalado por los órganos de gobierno y elaborado tipográficamente
con exquisito cuidado. Todo ello aumenta la intensidad del impacto: una imagen
poderosa suscita credibilidad espontánea.
2º.- ¿DÓNDE SE ANUNCIA? Los soportes
callejeros de gran tamaño que muestran los carteles tienen dos caras, sucediendo
a menudo que la que acompaña en su reverso, coincide casualmente con otra
campaña basada en imágenes de mujeres de agradable presencia anunciado ropa
selecta. Este azar imprevisto invita a una perversa lectura sucesiva de las dos
imágenes, porque el lugar del anuncio es siempre parte de su mensaje.
3º.- ¿A QUIÉN VA DIRIGIDO? La imagen pública no puede discriminar
franjas de viandantes, por lo que introducir en el paisaje visual urbano
imágenes violentas supone que determinados grupos de población sin capacidad de
respuesta crítica van a ser afectados innecesariamente por no saber interpretarlas fácilmente.
4º.- ¿CÓMO SE DESCIFRA? Los signos de
código rápido requieren sólo fracciones de segundo. La cantidad y la
acumulación de señales visuales en los trayectos urbanos han configurado hábitos
de alerta tales que la primera impresión visual tiende a ocultar segundas
lecturas. De forma que si, gracias a la habilidad tipográfica, en la misma
imagen se presenta el rostro de una mujer y el insulto, y además cuando ese
rostro está materialmente dentro de las letras del insulto, no hay posibilidad
de separar las dos realidades. En esta identificación reside la vehemencia del
impacto que por su brusquedad no permite ya esa segunda lectura, aunque se ofrezca
en una letra pequeña apenas imperceptible.
4º.- ¿QUÉ SE ANUNCIA? Se dice en la
página antes citada que el objetivo del
encargo publicitario era “visibilizar las
muertes de mujeres a causa de la violencia”, y se explica que para
desarrollar la propuesta se centró la atención en el momento de la provocación
verbal anterior al castigo físico. Pero el resultado es el opuesto a lo que se
intenta rechazar porque se aumenta el volumen del grito del futuro asesino y se
proclaman con absoluta claridad las razones que aconsejan el feminicidio,
contenidas en los tres insultos que componen la campaña.
5º.- ¿QUÉ SE PROPONE? Si el deseo es
denunciar al maltratador asesino de mujeres no debería nunca facilitarse el
megáfono público a sus bravatas criminales sino todo lo contrario, es decir, arrinconarlo
socialmente. Para ello no son pocos quienes cambiarían en todos los carteles de
esta campaña la última letra del insulto, que ahora es la A, por una O
mayúscula sobreimpresa para señalar al homicida. Cambiaría así también el
protagonista, arrebatando el megáfono al canalla y devolviéndolo a la sociedad
civil. Ninguna mujer se merece el calificativo que corresponde a su verdugo.
6º.- ¿HAY OTRA MANERA? Con motivo de esta campaña sería bueno
debatir si se prefiere otra manera de denunciar que no utilice el reclamo
provocativo del insulto, que en sí ya es una injuria intolerable. Bastaría quizás
con idear el mensaje desde la mujer y no desde su agresor, desde la única premisa
de la dignidad y los valores de la mujer, nunca desde la confirmación de su
maltrato homicida, aunque exista tal horror, por la simple razón que la imagen
pública de las ofensas, sean verbales o físicas, tantas veces utilizadas en las
campañas, no logran sino certificar socialmente su práctica, y multiplicar la
invitación a imitarla.