27 noviembre 2014

El sexo de los carteles

En la página 11 del Diario de Pontevedra  del jueves 20N se informa de la campaña municipal denunciando la violencia contra la mujer, y se invita al debate social. Y, como no puedo dudar de la buena intención con que se ha programado, quiero preguntarme en voz alta porqué  ha provocado cierta indignación la aparición de los carteles de gran formato con insultos a la mujer en las calles de Pontevedra como parte de esta campaña.

1º.- ¿CÓMO SE ANUNCIA? El soporte es institucional, situado en puntos estratégicos de la ciudad, subvencionado con fondos públicos, avalado por los órganos de gobierno y elaborado tipográficamente con exquisito cuidado. Todo ello aumenta la intensidad del impacto: una imagen poderosa suscita credibilidad espontánea.

2º.- ¿DÓNDE SE ANUNCIA? Los soportes callejeros de gran tamaño que muestran los carteles tienen dos caras, sucediendo a menudo que la que acompaña en su reverso, coincide casualmente con otra campaña basada en imágenes de mujeres de agradable presencia anunciado ropa selecta. Este azar imprevisto invita a una perversa lectura sucesiva de las dos imágenes, porque el lugar del anuncio es siempre parte de su mensaje.

3º.- ¿A QUIÉN VA DIRIGIDO?  La imagen pública no puede discriminar franjas de viandantes, por lo que introducir en el paisaje visual urbano imágenes violentas supone que determinados grupos de población sin capacidad de respuesta crítica van a ser afectados innecesariamente por no saber  interpretarlas fácilmente.

4º.- ¿CÓMO SE DESCIFRA? Los signos de código rápido requieren sólo fracciones de segundo. La cantidad y la acumulación de señales visuales en los trayectos urbanos han configurado hábitos de alerta tales que la primera impresión visual tiende a ocultar segundas lecturas. De forma que si, gracias a la habilidad tipográfica, en la misma imagen se presenta el rostro de una mujer y el insulto, y además cuando ese rostro está materialmente dentro de las letras del insulto, no hay posibilidad de separar las dos realidades. En esta identificación reside la vehemencia del impacto que por su brusquedad no permite ya esa segunda lectura, aunque se ofrezca en una letra pequeña apenas imperceptible.

4º.- ¿QUÉ SE ANUNCIA? Se dice en la página antes citada que  el objetivo del encargo publicitario era “visibilizar las muertes de mujeres a causa de la violencia”, y se explica que para desarrollar la propuesta se centró la atención en el momento de la provocación verbal anterior al castigo físico. Pero el resultado es el opuesto a lo que se intenta rechazar porque se aumenta el volumen del grito del futuro asesino y se proclaman con absoluta claridad las razones que aconsejan el feminicidio, contenidas en los tres insultos que componen la campaña.

5º.- ¿QUÉ SE PROPONE? Si el deseo es denunciar al maltratador asesino de mujeres no debería nunca facilitarse el megáfono público a sus bravatas criminales sino todo lo contrario, es decir, arrinconarlo socialmente. Para ello no son pocos quienes cambiarían en todos los carteles de esta campaña la última letra del insulto, que ahora es la A, por una O mayúscula sobreimpresa para señalar al homicida. Cambiaría así también el protagonista, arrebatando el megáfono al canalla y devolviéndolo a la sociedad civil. Ninguna mujer se merece el calificativo que corresponde a su verdugo.



6º.- ¿HAY OTRA MANERA?  Con motivo de esta campaña sería bueno debatir si se prefiere otra manera de denunciar que no utilice el reclamo provocativo del insulto, que en sí ya es una injuria intolerable. Bastaría quizás con idear el mensaje desde la mujer y no desde su agresor, desde la única premisa de la dignidad y los valores de la mujer, nunca desde la confirmación de su maltrato homicida, aunque exista tal horror, por la simple razón que la imagen pública de las ofensas, sean verbales o físicas, tantas veces utilizadas en las campañas, no logran sino certificar socialmente su práctica, y multiplicar la invitación a imitarla.

Juan Fernando de Laiglesia, Marta Díaz, Ángela Rodríguez, Javier Tudela, Juan Luis Moraza, Sol Alonso, Mónica Ortuzar.