Trabajar por la sostenibilidad no puede consistir sólo en diseñar
mobiliario con palets y llenar webs y páginas de revistas de papel couché con
ideas de manualidades en las que utilizaremos envases. Desde que se formuló la
metodología de las tres R: Reducir, Reutilizar, Reciclar, nos hemos aplicado fundamentalmente
en la tercera, en el reciclaje. Hemos creado grandes empresas que recogen,
transportan y reciclan nuestro plástico, nuestro papel y nuestro vidrio. La
legislación obliga a algunos fabricantes a hacerse cargo de sus productos una
vez que son desechados. En algunos contextos la palabra ‘compost’ empieza a
formar parte del vocabulario normalizado.
La economía circular pone el acento en el agotamiento de los
recursos y se plantea la mayor eficiencia en su utilización en todas las fases
de la vida de un producto. Hace también énfasis en la importancia de la
reutilización y el reciclaje, en la segunda vida de las cosas y de los
materiales. Sin embargo, hemos transformado esta filosofía en ‘oportunidad de
negocio’. Una estrategia europea para generar crecimiento y empleo puede ser el
trampolín para actividades empresariales especializadas en limpiar los dientes
a los grandes tiburones. Esta devaluación de los objetivos se genera cuando las
empresas activadas desde la filosofía de la economía circular tienen que
competir en un mercado global y necesitan cada vez más industrias depredadoras con
más y más restos entre sus dientes para poder crecer en su sector de
recicladores especializados. En un contexto que confunde crecimiento y progreso,
la variable que sale reforzada es el consumo. El modelo de negocio actual no
permite distracciones: no puede construir su ecuación sin un plan de crecimiento
y, en el sistema actual, el crecimiento es solo cuantitativo. En el binomio
Calidad/Cantidad la calidad es el peaje que tenemos que pagar, el rozamiento
que necesitamos para no despegarnos del asfalto en la autopista, el lastre para
no perder el control… y no nos gusta pagar peajes, ni perder energía con rozamientos
o lastres innecesarios cuando los beneficios llegan por dos vías: aumentando la
facturación o disminuyendo los costes. La redefinición de los objetivos de un
modelo de negocio en base a valores humanos, sociales, medioambientales… no
suele ir más allá de operaciones de imagen diseñadas por expertos de
comunicación y mercado; un ‘lujo’ reservado a las grandes corporaciones. Incluso
cuando se habla de energías renovables, se hace un discurso basado en la
capacidad para desarrollar tecnologías más eficientes y aumentar la producción
de megavatios. Competición y más competición sin reparar en límites ni consecuencias. El problema
es alimentar un monstruo cada día más tirano y más hambriento. La obsolescencia
apenas si se cuestiona, como si nos recordase nuestra propia fragilidad.
Nunca hablamos de la necesidad, de las necesidades reales de
las personas. La tercera R, Reducir, es la que se pregunta críticamente por la
sostenibilidad de nuestro planeta y nos pregunta radicalmente por nuestras
necesidades; pero paradójicamente este discurso es políticamente insostenible. La
vinculación histórica entre consumo, progreso y crecimiento económico, de la
forma tan perversa en la que se ha mantenido en todo el abanico del espectro
político, no solo no ha sido una solución sino que además se ha convertido en
nuestro mayor problema. Vamos corriendo sin saber a dónde ni para qué; pararnos
y cuestionar el crecimiento ilimitado parecería lo indicado si no fuera porque
la única solución real al cambio climático nos asusta más que la certeza de los
efectos de un arsenal atómico. Somos incapaces de pensar de otra manera y,
cuando criticamos el consumo, el problema siempre es el consumo de los demás,
nunca el nuestro.
Javier Tudela. Instalación. |
Como artista trabajo como un mozo de almacén, rodeado de
basura y dedicado a organizar y luchar contra la entropía de una gran
habitación de residuos acumulados durante los últimos años. Para algunas
actividades tomo el papel de un alquimista especializado intentando operar
sobre estos restos en el laboratorio de las estrategias de legitimación del
arte contemporáneo; para otras, analizando y documentando nuestra basura suplanto
a un arqueólogo del futuro excavando el terreno en busca de los restos de
nuestra cultura.
Sabemos que vivimos en un mundo global, que los recursos son
limitados y que nuestros basureros crecen incontrolables, que la fiesta disparatada
de la energía nos está enfermando con una gran resaca. No podemos seguir
confundiendo consumo y progreso con la excusa del crecimiento. El crecimiento
sostenible sólo es posible si nos miramos el ombligo y cerramos los ojos a las
necesidades de millones de personas presentes y futuras. La clave de la
sostenibilidad está en la reducción del consumo y en el cambio de mentalidad y
de proyecto. El desarrollo sostenible es el que asegura las necesidades del presente
sin comprometer las necesidades de futuras generaciones ¿A qué
esperamos? (JT)
A
Casa das Campás acolle o 9 de novembro a xornada ‘Eco-críticAs: palabras e
imaxes’